Dicen que los “grandes” son calificados así por sus “grandezas”. Pero la grandeza es una medida comparativa que depende del contexto o el lugar desde donde se esté mirando. Si te pones a mirar un atardecer podrás sentir lo grande que es el planeta Tierra y lo pequeño que eres comparado con esa extensión, pero si pudieras ver la amplitud de la galaxia, definitivamente el planeta Tierra es insignificante.
Creo que desde el punto de vista mediático, que al parecer no depende precisamente de los periodistas, sino más bien de los productores de prensa, editores, dueños de medios o incluso, por lo que sabemos de la huelga de Farmacias Ahumada, de los accionistas o financistas, la grandeza es un activo, manipulable y rentable.
Desde que Harold Mayne-Nicholls (en la foto) se hizo cargo del fútbol chileno, se construyó una grandeza. Pero como en toda la historia de Chile, las grandezas no son exclusivas de una sola persona. Es el trabajo de muchas, ya sea por los aportes de cada uno, así como también por la voluntad de trabajar bajo las nuevas ideas. Y esta grandeza fue alabada por los medios de comunicación, fue criticada durante su construcción, pero se invitó a reunir el ánimo suficiente como para que los espectadores se sintieran parte de una evolución deportiva que llevaría a ese concepto intangible llamado “Chile” a posicionarse entre los mejores. Lo que poco reconocemos sobre esto, es que a pesar de que “Chile” lleva muchos años en esto del fútbol, sus logros no son del todo cuantiosos o grandiosos, creo que un síntoma de ello es el constante recuerdo del mundial del 62.
Los espectadores, que mencioné antes, son y siempre han sido eso: Espectadores. Pudiera pensarse que por el hecho de comprar camisetas, gorros, o la entrada para asistir al estadio significa que aportan a la grandeza. También existe esa parte religiosa o apasionada del ser humano que considera al equipo de fútbol como un dios o ideología digna de ser adorada y por el cual se hacen sacrificios (propios o ajenos). El sentimiento anterior es incuestionable, por mi parte, porque es parte del ser humano el creer en conceptos que personaliza y sirven a sus propósitos como apoyo al querer vivir. El cómo se materializa ese sentimiento, es lo cuestionable, pero ese es otro tema.
La Logia Lautarina era una agrupación de personas que se reunían y decidían por el futuro de potencial “Chile”, por allá por el año 1810. En esta logia estaba, entre otros, San Martín, y O’Higgins. La historia cuenta, o los “grandes” historiadores cuentan, que llevaron a cabo la independencia de Chile. Sin embargo, dos personas no pudieron enfrentarse solos contra los españoles, fueron ayudados por un montón de personas que adicionalmente murieron en el proceso. A muchos potenciales chilenos no les preguntaron si querían independizarse, tampoco les preguntaron si la idea de independencia en realidad era cambiar una monarquía por otra. Muchos sólo fueron, tal como ocurre con el fútbol, espectadores.
Hoy en día, hay elecciones en la administración del fútbol. Y los grandes de ayer, a ojos de los medios de comunicación, ya no son tan grandes. Porque otros “grandes” dicen que por lograr ciertas grandezas se empequeñeció al fútbol local. Por lo anterior, “Chile” requiere un cambio. Así, reúnen la opinión de quienes participan del fútbol, como jugadores o dirigentes (ídolos de los espectadores) para que expongan que todo aquello que considerábamos grandioso, no lo es.
Así, la Logia Futbolística se reune y hace lobby para reunir los votos de los pocos que deciden sobre el fútbol, para cambiar “algo” que al parecer mantenía contentos a los espectadores sin que estos últimos puedan hacer algo al respecto. Y como si el destino tuviera una personalidad irónica, el próximo monarca del fútbol podría ser un empresario extranjero.
Bien me decía un sociólogo una vez: Somos víctimas de nuestra historia. Y así como “nos” independizamos, una nueva logia decide por un bien común, o por lo que parece que muchos consideran común, por intereses particulares y no por lo que se esperaría de un bien común. Si los espectadores asumieran que este bien común en realidad no existe, porque los espectadores no tienen poder de decisión participativa en él, la logia no tendría el poder que tiene. Pero es poco probable que los espectadores reflexionen al respecto, ya que están suficientemente bombardeados con la propaganda conformista que los medios de comunicación emiten.
Ojalá que si no se dan los resultados que la logia espera, ésta no opere como lo hizo la Lautarina con los Carrera o Manuel Rodríguez.
Fotografía: AFP
Javier Villalobos Arancibia
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