jueves, 14 de octubre de 2010

Universidad de Comillas, masonería y homosexualismo no deberían aparecer en la misma relación


A las 12:09 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

Se suele decir que no hay que poner la ideología o lo que se piensa por encima de las personas. Sin embargo, eso no siempre acuerda con la realidad de las cosas.

Sabemos que cuando una persona considera que su religión es la católica no deambula por el mundo sin una doctrina a la que atenerse, sin unas normas que seguir, sin un Magisterio que conocer o sin una Tradición que enriquezca su existencia espiritual.

También sabemos que, al menos, hay que atenerse a lo arriba dicho aunque se pueda comprender que no todo el mundo conoce la doctrina ni el Magisterio ni la Tradición ni, en general, las normas. Por eso pueden perdonarse formas de comportamiento que entran dentro de lo que se llama “ignorancia excusable”.

Hasta aquí todo parece correcto porque no podemos caer en una forma de actuar a la que se pueda imputar rigorismo y excesivo celo cumplidor, pues una cosa es lo que es y otra, muy distinta, la realidad de las cosas.

Sin embargo, hay casos en los que no se puede predicar de una persona o institución la ignorancia que tiene excusa porque hay casos en los que la persona o institución a la que pertenece la persona sabe más que bien lo que, a nivel de conocimiento, tiene que saber y con los mismos no se puede tener miramiento excesivo. Eso es, ya, tibieza.

Por ejemplo, a las personas, creyentes, que dirigen la Universidad Pontificia de Comillas se les ha de reconocer formación intelectual y, así, espiritual, en las materias que cada una de ellas domina y en las de la Iglesia católica, en general. Por tanto, no es posible creer que ignoren lo que, cualquiera, con dos dedos de frente y posibilidades de informarse, puede hacer y que no es otra cosa que traer a colación, antes de tomar una decisión, lo que la Santa Madre Iglesia dice, escribe, proclama y defiende, sobre determinados temas.

Esto lo digo porque el día 27 del presente mes de octubre tendrá lugar el Acto Inaugural del 50º Aniversario del ICADE (Instituto Católico de Administración y Dirección de Empresas) dependiente de la Universidad Pontifica de Comillas.

Pues para momento tan importante se podía haber elegido a una persona que, dentro de la Iglesia católica, fuera importante y que ofreciese una conferencia, charla o lo que fuese. Al parecer es más que posible que hubiesen encontrado a más de una dispuesta a hacerlo porque, como es de todos conocido, el abanico de intelectuales católicos (sean sacerdotes, religiosos o laicos) es más que amplio. Vamos que, como se dice popularmente, hay por un tubo.

Pues no. No quisieron hacer lo que cualquiera habría hecho sino que, decididos a dar la nota, la han dado y bien dada.

Jerónimo Saavedra Acevedo, Catedrático de Derecho del Trabajo y que fuera ministro con Felipe González Márquez, será el encargado de “predicar” sobre la materia de la que es conocedor.

¿Es acaso un problema que una persona preparada dicte tal conferencia? Por supuesto que no, faltaría más.

Más de uno ha escrito, al respecto, que Saavedra es persona educada, formada y todo lo que pueda decirse de una buena persona. Y seguro que es cierto.

Sin embargo, no podemos olvidar algo que, de hacerlo, haría que viésemos la realidad con un ojo tapado y con el corazón embotado de mundo: es masón y homosexual y ambas realidades más que reconocidas.

Es bien cierto que eso no puede querer decir que no pueda hacer nada en la sociedad. Es más, hoy día es un seguro de vida para prosperar y llegar a lo más alto.

Sin embargo, volviendo a lo de arriba, esto es lo que hay (dicho esto para despistados voluntarios):

Acerca de la homosexualidad la Congregación para la Doctrina de la Fe dejó escrito en 1975: “Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En las Sagradas Escrituras están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios“.

No vaya creerse que, por decirlo así, se desprecia a los homosexuales sino que en el mismo documento se dice que “Indudablemente, estas personas homosexuales, deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social. También su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia“.

Pero, más adelante, en 1986, la misma Congregación, para que nadie se llevase a engaño, tuvo que dejar claro que “Quienes se encuentran en esta condición deben, por tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable” pues no fuera a creerse que todo el monte es orégano.

Es decir, se comprende que exista pero no quiere decir que se pueda, ni mucho menos, hacer publicidad de la misma y, menos aún, que se dé pábulo a que se crea que, al fin al cabo, es una buena forma de comportarse en una actitud más que relativista.

Acerca de la masonería todo lo que se diga será, siempre, poco.

El Código de Derecho Canónico de 1983, que sustituyó al de 1917, canon 1374, dice que: “Quienes se inscriban en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación debe ser castigado con entredicho“.

Parecía que, al desaparecer la mención expresa a la masonería (el canon 2335 del Código de Derecho Canónico de 1917 establecía que “los que dan su nombre a la secta masónica, o a otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica“) se había abierto la mano a tal tipo de asociaciones contrarias a la fe católica.

Y tuvo que volver a ser la Congregación para la Doctrina de la Fe (que presidía, entonces, un tal Joseph Ratzinger) la que dijera lo que sigue:

"Se ha preguntado si ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no se hace de ellas mención explícita, como sucedía en el Código anterior.

Esta Sagrada Congregación está en posición de responder que tal circunstancia se debe a un criterio de redacción aplicado también a otras asociaciones omitidas silenciosamente, porque se consideraban incluidas en categorías que iban a aparecer después en el Código.

Subsiste por tanto inmutable la sentencia negativa de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, porque los principios de ellas siempre se han considerado inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por tanto la inscripción en ellas permanece prohibida por la Iglesia. Los fieles cristianos que dan su nombre a las asociaciones masónicas se debaten en pecado mortal y no pueden acceder a la sagrada comunión.

Las autoridades eclesiásticas locales carecen de la facultad para juzgar acerca de la naturaleza de las asociaciones masónicas, de forma que tal juicio lleve consigo la derogación de esa sentencia, según el sentido de la decisión comunicada por esta Congregación el 17 de febrero de 1981".

Por tanto, no puede caber duda alguna sobre la maldad de la masonería y, entonces, sobre la forma en la que hay que ver a los masones. Y, aunque sean educados y bien formados los mismos, tampoco se les puede hacer carantoñas de aceptación (y entonces menos porque si el enemigo es tonto, puede tener un pase, pero si es inteligente, la cosa sólo puede ir de mal en peor).

Por eso extraña mucho que una Universidad como la de Comillas que, al parecer, tiene algo que ver con la Iglesia católica, haya escogido a un masón, homosexual y, además, socialista para que perore sobre un tema como si, al hacerlo, dejara sus dos condiciones personales escondidas en un armario.

Pero, lo que más extraña es que, como seguro sucederá, nadie que pueda decirlo, diga nada al respecto.

Y es que, por parte de algunos, un poco de disimulo no vendría nada mal.

Eleuterio Fernández Guzmán

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